martes, 30 de septiembre de 2008

Pares


Los hechos fueron claros: a nuestro país lo preside la impunidad. Es un castigo saber. Se premia la ignorancia. No existe justicia para los que tienen algo para decir. No hay libertad cuando la ley se usa para guiar al silencio. Y no hubo libertad alguna en esta supresión. Nadie tocó ninguna puerta, ni encontró ninguna traba: tenían todo garantizado. La diligencia era simple: el mensaje también era claro. Las consecuencias las iba a manejar quien ordenó la desaparición.

Se movilizaron centenares de efectos. Las mitades se abrieron, y una parte reaccionó vomitando la rabia de treinta años, dejando sus manchas de ácido en el piso de la democracia. La otra se dividió entre las teorías cínicas, y los peores actos de autocensura desde aquellos tiempos. La ciudad se levantó envuelta en carteles de sangre, llovieron las acusaciones, se dispararon los políticos, los efectivos se movilizaron en la búsqueda. Finalmente se puso un precio a la vida, aumentado las veces necesarias para salvar la creencia de la gente en el sistema.

Y hoy, un cartel solitario en la luneta de un patrullero alerta sobre lo que es volverse insensible, acostumbrarse, cuando las violaciones son constantes y repetidas. Hoy es una marcha, y ayer todo esto fue sólo un recuerdo latente, y mañana va a ser sólo una estadística en un libro de historia. Un hito de la historia oficial, y una denuncia en la de la oposición. Mientras tanto sigue la incertidumbre, y la paciencia se extingue. La esperanza se diluye. Todo muere.

Y van dos años de espera.





DOS AÑOS SIN JULIO LÓPEZ
18 de septiembre de 2008


1 comentario:

Adriana dijo...

No, nada para agregar, no me atrevo.
Impecable editorial Jules, se me puso la piel de gallina, por tu escritura, por Julio Lopez, por la espera...
cariños
Adri.-