domingo, 28 de diciembre de 2008

Terciopelo

A ella le gustaba que la voz de Jim Morrison pudiera pasar por la cortina de agua. A cada movimiento de su lengua, la humedad hervía y se hacía un beso, tres, miles de labios ácidos sobre su cuerpo. Bajo su cadencia las gotas caían volviéndose sudor y confundiéndose con yemas, que entraban sin aviso en todos los rincones y alcanzaban todos sus fondos. Siempre era de espaldas: no necesitaba la oscuridad para sentirlo. Los silencios de él sólo significaban la boca mordiendo su espalda, o sus dientes arañando la nuca. Entre frase y frase, contra su oído, podía oírlo jadear.

Esa noche, ella bailaba como si fuera el fin. Con los ojos cerrados, con la cabeza hacia atrás.

- Hablame – dijo.

Él apoyó la boca en su oído...

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Refracción


Tanto tiempo pensando de una manera para que sea de otra. O para que sea de la manera que siempre fue, y que yo nunca pude ver como era. Mucho tiempo pensando que estaba a la sombra de algo que nunca la proyectó, porque nunca fue tan grande como lo creía. Fue tiempo de convencerme que no había fisuras en tu carácter, que todo tenía una razón de ser [que la tiene]. Que si la entendía, debía aceptarla.

Pero aceptar aquella idea a ciegas, como hacía, ya no me llena. Ya no es suficiente.

Vivís rodeada de un circo, pero es un circo de horrores donde vos sos la víctima estelar de la función. Nunca te salió de otra manera, porque donde yo ponía razones de tu vida o tu pasado, ahora aprendo que es sólo una herramienta. Herramienta para mendigar atención como una paloma en una plaza busca migas de pan, o un vagabundo que pide monedas. Me gustaba pensar que era que tu vida la que te había llevado a hacer eso, y que a vos en realidad no te gustaba, pero te subestimé. A la distancia puedo darme cuenta que, donde me parecía que no te había quedado otra, vos elegiste el circo y elegiste los focos, y preferiste las luces de posibles seguidores antes que la luz firme de una persona de larga data.

Aquella idea transformaba el piso de mi mundo en un tablero de ajedrez al que yo no quiero jugar. Me cansé de movimientos estratégicos, de mirar siempre dos veces a la espera de una seña. Odio perder fichas y con vos las perdí una y otra, y otra vez. Antes al menos podía decir que algo me dabas a cambio, y era todo lo que necesitaba; ya no me das nada a cambio, desde hace mucho, y ni siquiera lo que te quise me inclina.

Siempre nos vamos a seguir viendo, sí. Dudo que las ramas del ficus que crecen enlazadas logren deshacerse de raíz de las uniones. Pero de mi parte, ya no pienso regar la planta. Si se muere, a estas alturas, me da lo mismo. Sólo quiero que sepas que en algún momento te quise, y así me fue, y que ahora sólo me van a quedar los buenos recuerdos y una sensación satisfecha por los buenos tiempos. Pero cada vez que te vea no vas a ser una extraña, pero sí vas a ser ajena.

Y no te creas que me arruinaste la vida. Me mataste un poco, pero no más que muchos otros. En algún momento creí que eras tan importante como para eso. Pero era cuando tenía aquella idea, y eso fue hace mucho tiempo.

Hasta siempre [ojalá que así sea],

Yo.