jueves, 20 de agosto de 2009

Giros


Helena miró el reloj de la estación, incómoda. La sensación en su interior era tan pesada que anestesiaba cualquier otro sentimiento. Sólo se dio vuelta porque sabía que Jérôme estaba ahí, con ella. Quiso señalar la hora y sonreírle, jurarle que las agujas dejarían de moverse. La sensación se volvió arena en su garganta.

Jérôme la abrazó antes de que aquello pudiera transformarse en una despedida. Cuando la soltó, Helena levantó la mirada para volver a intentar hablar, pero no pudo. Él tenía lágrimas en los ojos. Ella quería llorar, pero el cuerpo no le respondió. Se quedó serena, como adormecida. Alguna vez, ella tenía que ser la fuerte.

No pudo decir nada: levantó las manos y lo abrazó, respiró hondo, y le prometió que volvería. Luego lo miró mientras se alejaba, esperando que volviera la vista, pero él no lo hizo. Helena se quedó de pie frente al andén, sola, viendo partir su cordura.

1 comentario:

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Dice el Zaiper que a estos personajes los conoce.
Y digo yo que me dijo el Zaiper que le diga a Jules, que queremos conocerlos más. Conocer más. Oirlos más.