lunes, 3 de noviembre de 2008

Auxilios


El laberinto se alza en medio de la ciudad. Dentro, las caras siempre extrañas buscan ser esquivadas por el olvido, recordadas en el vuelo de sus perfumes, y los mismos indigentes tratan de no ser pisados ni desaparecidos por todos los ojos ciegos en tránsito. Las baldosas son la alfombra roja donde desfila el choque de los colosos, el impacto de las realidades distantes que se derrama en el aire como insultos o como indiferencia, o como una escupida. Los índices de mortalidad vial no tienen en cuenta la calidad de atropellos humanos que acontecen encerrados entre aquellas vidrieras.

Trajes arrugados como viejos pasan acompañados de polleras breves como un suspiro, y en la tormenta de movimientos se pierden las noticias de papel, que sólo se dejan ver bajo escasas columnas de luz. Los rascacielos fingen un techo inexistente encima de todo eso, proyectándose contra el caer de la tarde. Empiezan a brillar las velas de la era postmoderna, y en medio de los ruidos del progreso nadie parece escuchar el canto de las sirenas. Ya nadie se siente conmovido.

En aquel rincón donde la peatonal se vuelve de pronto una esquina, Ernesto está parado buscando en el horizonte de pavimento. La sirena lo llama cada vez más fuerte, recortando las bocinas y las conversaciones por teléfono hasta hacerlas callar. En medio de ese silencio llora con desgarro pidiendo auxilio. Está encallada en esa marea de motores.

Ernesto quiere ayudarla a pasar. Trata de frenar a la ola de indiferencia que cruza sin oír y sin ver nada más que el frente, hace señas desesperadas tratando de abrir un hueco en la fila de paredes, grita por la ayuda de una autoridad que no está para él. La sirena sigue llorando su urgencia de llegar.

Y cuando ella logra pasar, sin mirarlo, él sigue parado en la esquina del laberinto y la sigue con la mirada hasta perderla por completo. El laberinto vuelve a cerrarse y Ernesto, abandonado otra vez, sigue perdiéndose en aquel pasillo.

3 comentarios:

Coni Salgado dijo...

Muy bueno Jules!
Gracias por tomar fotitos ayer!
Que bueno haber compartido la literatura!

Anónimo dijo...

¡Me encanto "Auxilios"!
Un retrato excelente: pude ver todas las imagenes.

Anónimo dijo...

epaaa
me gustan las sirenas
no las sirenas de la urgencia inútil
me gustó el texto, me llevó
donde me dejó... me dejo?
beso