Si vos hubieras dicho algo, sabés que te habrían fusilado. Por eso, como ya pasamos ese momento, quedate ahí quieto y acurrucate. Dejame a mí hacerme cargo de este silencio. No te muevas para nada mientras yo me muevo por los dos. No hagás caso a las voces que preguntan si te encontré. Bajá la cabeza, pero no bajés los ojos. No dejés de mirarme, mientras les grito una mentira.
Si no me hubieras mirado, yo te habría disparado. Pero respirá tranquilo, porque ya no puedo voltearte. Ellos tampoco. Cerrá los ojos, y por unos segundos olvidate de todo. Escuchá cómo cae la lluvia, y cómo suena el seguro del fusil. Dejame mirarte mientras temblás lleno de barro, arañado por las ramas. Pero no me digás nada: no podés hablar. No ahora.
Y si no hubiera estado la guerra entre nosotros, habríamos sido amigos.
3 comentarios:
Que duro Jules, juro me dio escalofrío.
Tus relatos se presentan como muy reales. Me gustan.
Te sigo leyendo, un beso.
Adria.-
- Hola Jules, siempre que tengo un tiempito paso por tu blog y te leo, que bien que estás escribiendo, realmente muy bien, te felicito. Tus relatos son siempre muy interesantes. Un gran abrazo. Ade
ya te lo dije cuando lo leíste en clase, y ahora que entro a leerte, esta historia me encantó, por la poesía de la situación y el final impecable.
besos Mabel
Publicar un comentario