A ella le gustaba que la voz de Jim Morrison pudiera pasar por la cortina de agua. A cada movimiento de su lengua, la humedad hervía y se hacía un beso, tres, miles de labios ácidos sobre su cuerpo. Bajo su cadencia las gotas caían volviéndose sudor y confundiéndose con yemas, que entraban sin aviso en todos los rincones y alcanzaban todos sus fondos. Siempre era de espaldas: no necesitaba la oscuridad para sentirlo. Los silencios de él sólo significaban la boca mordiendo su espalda, o sus dientes arañando la nuca. Entre frase y frase, contra su oído, podía oírlo jadear.
Esa noche, ella bailaba como si fuera el fin. Con los ojos cerrados, con la cabeza hacia atrás.
- Hablame – dijo.
Él apoyó la boca en su oído...
Esa noche, ella bailaba como si fuera el fin. Con los ojos cerrados, con la cabeza hacia atrás.
- Hablame – dijo.
Él apoyó la boca en su oído...
3 comentarios:
- Que bueno Jules!!!!!
El corte perfecto..
perfectamente estremecida quedo de imaginarme: una ducha, el lóbulo de una oreja, una boca próxima..
Efecto Jules!!
Y al final ese cote ah[i lo dej[o perfecto!
justo al borde, cuando todo est[a a punto de empezar.
besotes Jules
Publicar un comentario