lunes, 18 de agosto de 2008

Espiral


Gritás “Auxilio” cuando te encontrás con el borde; y yo, como siempre, no estoy atrás tuyo. Todavía estoy corriendo, saltando ramas y pateando piedritas; tratando de seguir tus huellas que, con mis pasos tan cortos, me parecen la caminata de un gigante. Me retrasó el hundirme hasta la rodilla en un charco de barro, y vos no te diste cuenta, porque nunca mirás atrás.

Levanto la mirada mientras me acerco, y creo que vos hacés un equilibrio precario allá. Desde tanta distancia, y con la vista nublada y la taquicardia, no puedo jurar nada de lo que estoy viendo. Un parpadeo, y te hamacás en tus propios cuernos; al otro, a lo lejos se terminan de desdibujar las montañas, y tu carcajada hace que los árboles se tambaleen. Tengo miedo de llegar tarde, y sigo corriendo sin mirar al piso, mientras la gran imagen se volatiliza y yo voy perdiendo cada vez más detalle.

Sin darme cuenta, de repente, estoy a tus espaldas. Vos tenés la mirada perdida en el río debajo del desnivel, y la posición de un equilibrista experto. Yo parezco un perro gordo, pero muerto de hambre, que ha visto el último hueso del mundo. Vos estás al borde de la cornisa, impecable pero en peligro, y yo estoy ahí atrás, todo un desastre para salvarte. Las diferencias entre nosotros siempre estuvieron así de marcadas.

Dirás “Ayudame”, y me imagino que sonreirás al saber que habré llegado a tiempo. Yo también estaré sonriendo, al ver que no te has caído antes que yo llegara. Así, ¡por fin!, podré ser yo quien te empuje al abismo.

2 comentarios:

Adriana dijo...

Que buen texto Jules. El último párrafo impecable. Te felicito.
beso Adria.-

ade dijo...

- Me encanta todo lo que escribís, gracias por compartirlo. BSOS. ade