Leíste una vez un cuento, o una frase de Bakunin, que no te atreviste a hacerme leer. Pero yo leí.
"... querer la dependencia de aquel a quien se ama es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad..."
No quisiste explicarme por qué mirabas al suelo mientras escondías el papel. Te pregunté una o dos veces, te insistí, y no me dijiste nada. Te levantaste y te fuiste con la cabeza en alto, aunque tenías los ojos empañados como vidrios. Me dejaste mirándote a la distancia, te hiciste inalcanzable. Corriste alejándote, separándonos, sin darte vuelta y decirme a la cara cuál era tu problema. Cuáles eran tus motivos. Qué era lo que te había hecho tan mal.
Qué era lo que te había abierto los ojos.
"... y si el amor..."
Vos me lo revisabas todo. Cuando dejaste de hacerlo, fue porque supiste que ya no te podía esconder nada. Ahí fue cuando empezaste a creerme, un poco, apenas, que cuando me preguntabas todas esas cosas yo no te mentía. Que cuando no tenía nada para decirte, es porque no había nada. Que si había ido a tal lado, era porque había estado ahí. Y no sé por qué te empeñabas en negarme eso: yo sabía que a veces me seguías, sólo que siempre hice como que no te vi. No sé a qué le tenías miedo, o qué esperabas demostrar. Nunca me lo supiste decir.
Me pregunté si podrías habérmelo dicho en ese momento, mientras cerrabas la puerta. Si me podrías haber respondido algo, si me podrías haber explicado por qué lo hiciste, por qué así.
"... y si el amor implicase también la dependencia, sería lo más peligroso e infame del mundo porque sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad..."
Quizás ese tiro en la boca, en tu silencio, fuera la única respuesta que podías darme.